Descripción enviada por el equipo del proyecto. El Parque Metropolitano de Santiago tiene una extensión de 722 ha. en el Cerro San Cristóbal, desde el portezuelo de La Pirámide hasta la cumbre de la Virgen. En 1925 se funda el Zoológico Nacional, con criterios de diseño arquitectónicos y zoológicos que distan de los actuales. Esta condición histórica conlleva un cuestionamiento de cierta complejidad: las dificultades de espacio para los animales se contraponen a la virtud en su emplazamiento -inmediato a la ciudad, en una ladera de fuerte carácter natural y con una vista abierta de Santiago-. La política que se ha tomado ha sido mejorar las condiciones generales del Zoológico, desarrollando distintos proyectos en infraestructura y gestión.
En este contexto se encargó el diseño la Dirección, un edificio de programa complejo: en simultáneo funcionarían el bodegaje y preparación de alimentos para animales –primer piso- y la dirección general del zoológico, con los equipos de veterinarios y especialistas correspondientes –segundo piso-.
Las primeras visitas al lugar fueron con cierto esfuerzo físico, ya que los recorridos de principios del siglo pasado incluían pendientes de 20% para peatones y escaleras con huellas de 25 cm. y contrahuellas de 22 cm. El camino es extenso y cada ciertos tramos se hacen necesarios largos descansos que van acompañados de la observación de los animales y la lejanía, en estos descansos coinciden los visitantes.
El sitio para el proyecto estaba ocupado por las actuales bodegas, dando al estacionamiento -para carga y descarga de productos-, vecino a la clínica veterinaria y bajo el comedor de trabajadores, a los cuales se accede por escaleras. Se suben seis gradas con los animales en camilla para ser atendidos.
El nuevo edificio toma las alturas existentes e incorpora otras en un sistema de rampas y escaleras.
En los distintos niveles se ordenan los usos, que van desde un subterráneo donde se crían roedores, hasta la dirección del zoológico, en la cima de la construcción. El recorrido se abre a un vacío que expone la ladera, donde la gente se cruza, manteniendo la cordialidad actual –por la cercanía- en el trato.
Para reunir la simultaneidad de suelos y programas se superpone una envolvente común, queda todo techado pero abierto al aire. Con esto proponemos un campo espacial mayor -un bolsón, una unidad-, que actúe como regulador de la luz y los vientos entre el exterior franco y los lugares de trabajo.
Se ha buscado moderar al paso la forma natural de la ladera, con rampas de 12% de pendiente, dejando siete interiores independientes, en distintos niveles, que se miran entre si, y todos con vistas a Santiago. Con esto se consigue un reposo, una condición más contemplativa, dentro del día de trabajo a intemperie en el zoológico. También, ahora se puede llegar en camilla con ruedas hasta la clínica veterinaria o con un carro al comedor.